Tu pecado fue llegar con la misma actitud que el último muchacho que me rompió el corazón. Encantador y desafiante. Orgulloso e inocente. La misma sonrisa honesta, la mirada franca, la invitación a ser nosotros mismos desde el momento que nos conocimos.
Si hubieras llegado unos meses antes todo sería diferente. Tú no sufrirías mi rechazo y yo no desearía en secreto que seas tú, y no él, quien cumpla la penitencia de aquel pecado suyo. O tuyo?
Perdóname, niño nuevo del pensionato.
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